Solamente una cosa conquista y disipa las tinieblas, y esa cosa es la luz. Isaías declaró, “El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz” (Isaías 9:2). De igual manera, Juan escribió, “La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la dominaron” (Juan 1:5)
La luz representa entendimiento. Cuando decimos “Veo la luz”, estamos diciendo, “Ahora entiendo”. ¿Ve usted lo que las Escrituras están diciendo? El Señor va a abrir nuestros ojos, no para ver a un demonio victorioso, sino para recibir nueva revelación. Nuestro Dios ha enviado al Espíritu Santo, cuyo poder es más grande que todos los poderes del infierno: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
En Apocalipsis leemos que el infierno arrojará langostas y escorpiones que tendrán gran poder. Leemos sobre un dragón, bestias, criaturas con cuernos, y también del Anticristo. Pero no entendemos el significado de todas esas criaturas. Es más, no necesitamos hacerlo. No necesitamos preocuparnos por el Anticristo ni por la marca de la bestia.
Dentro de nosotros está viviendo el Espíritu del Dios Todopoderoso y de su Cristo. Pablo declara que el poder del Espíritu Santo está trabajando en nosotros. En otras palabras, el Espíritu Santo está vivo en nosotros en este mismo momento.
Así que, ¿Cómo trabaja el Espíritu en nosotros durante los tiempos difíciles? Su poder es liberado solo cuando lo recibimos a él como nuestro llevador de cargas. El Espíritu Santo nos fue dado por esta razón en particular, para llevar nuestras penas y preocupaciones. Así que, ¿Cómo podemos decir que lo hemos recibido, si no le hemos entregado nuestras cargas a él?
El Espíritu Santo no está encerrado arriba en la gloria, sino que está permaneciendo en nosotros. Y él está ansiosamente esperando tomar control de cada situación en nuestras vidas, incluyendo nuestras aflicciones. Así que, si continuamos con miedo – desesperados, con incertidumbre, hundiéndonos en ansiedad – entonces no lo hemos recibido como nuestro consolador, ayudador, guía, rescatador y fortaleza.
El verdadero testigo para el mundo es el Cristiano quien ha entregado todas sus cargas al Espíritu Santo. Como los Tesalonicenses, este creyente ve problemas en su todo entorno, pero continúa teniendo la alegría del Señor. El confía en el Espíritu de Dios para su consuelo, y su guía para salir de la aflicción. Y él tiene un testimonio poderoso para el mundo perdido, por que él personifica la alegría a pesar de estar rodeado de tinieblas. Su vida le dice al mundo, “Esta persona ha visto la luz.”
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